miércoles, 29 de octubre de 2014

Chantaje emocional


El Chantaje Emocional suele aparecer en la Infancia como consecuencia de la rabia y la furia que los niños sienten cuando no se les da lo que quieren. Imaginemos un hogar donde la principal estrategia que el mocoso puede desarrollar es el chantaje. Imaginemos una situación típica: Papá se niega a lo que el chico quiere, pero mamá otorga (“pobrecito …”), a veces con conflicto de poder incorporado, a veces a espaldas del otro. El niño aprende a sentir rabia frente a quien no le da, en tanto que manipula a quien le da. Aprende que el chantaje paga, y que paga bien. Aprende el riesgo de ser sorprendido por el represor. Aprende a mentirle. No es poco común ver socialmente la imagen paterna como “mala” y la materna como “buena”. En nuestro país esto es reforzado con la imagen social del padre ausente y la madre sobreprotectora. Así en la medida que los padres ceden ante el chantaje de los mocosos, se refuerza la conducta chantajista. No es casual que muchos chantajistas adultos sean engreídos, mentirosos y poco tolerantes a la frustración y las dificultades. Repito lo que dije en anterior artículo: El machismo es como la hemofilia, lo padecen los varones, lo transmiten las mujeres. Pero no es que los varones sean precisamente santas palomas sin hiel.

Como el chantaje suele ser inconsciente, no es fácil percatarse que se es chantajista, pues el hecho se rodea de toda suerte de racionalizaciones y justificaciones, que ocultan la enorme gratificación íntima que se logra a través del dominio y control ejercido sobre otros. Los chantajistas no tienen motivos para dejar de serlo, pues si como niños aprenden a manipular, de jóvenes y adultos continúan con ese patrón de conducta internalizado. Sin embargo, el proceso de socialización y el crecimiento intelectual y moral reorientan el chantaje, profundizándolo en la psique. En ciertos casos, no pocos por suerte, se hace consciente y puede ser administrado. Puede incluso aceptarse conscientemente, y ello no es tan malo como parece, pues según la orientación moral que la persona adulta le dé, puede convertirse en algo socialmente sano; de aquí puede salir materia prima ideal para psicólogos, psiquiatras, relacionistas públicos, negociadores, etcétera. Pero también para estafadores, políticos mañosos y sinvergüenzas, delincuentes de toda laya y calibre, vendedores de sebo de culebra, etc. Cuando el chantajista reconoce, acepta, sostiene y continúa cómodamente en su condición, estamos ante una perversión psicológica y/o una sociopatía severa. Esto es, menos mal, relativamente raro. En cualquier caso no confundamos ciertas conductas manipulatorias en las que todos podemos caer alguna vez con la instalación de un modus operandi al que siempre se recurre. Pero lo cierto es que la mayoría de los chantajistas no superan la infancia.

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