domingo, 17 de febrero de 2013

La farmacia del cerebro

En un pequeño órgano llamado hipotálamo se fabrican las respuestas
emocionales. Allí, en nuestro cerebro, se encuentra la mayor farmacia que
existe, donde se crean unas partículas llamadas “péptidos”, pequeñas
secuencias de aminoácidos que, combinadas, crean las neurohormonas o
neuropéptidos. *Ellas son las responsables de las emociones que sentimos
diariamente. * Según John Hagelin, profesor de física y director del
Instituto para la ciencia, la tecnología y la política pública de la
Universidad Maharishi, dedicado al desarrollo de teorías del campo
unificado cuántico:

“hay química para la rabia, para la felicidad, para el sufrimiento, la
envidia…”

En el momento en que sentimos una determinada emoción, el hipotálamo
descarga esos péptidos, liberándolos a través de la glándula pituitaria
hasta la sangre, que conectará con las células que tienen esos receptores
en el exterior. El cerebro actúa como una tormenta que descarga los
pensamientos a través de la fisura sináptica. Nadie ha visto nunca un
pensamiento, ni siquiera en los más avanzados laboratorios, *pero lo que
sí se ve es la tormenta eléctrica que provoca cada mentalismo*,
conectando las neuronas a través de las “fisuras sinápticas”.
Cada célula tiene miles de receptores rodeando su superficie, como abriéndose a
esas experiencias emocionales. La Dra. Candance Pert, poseedora de patentes
sobre péptidos modificados, y profesora en la Universidad de Medicina de
Georgetown, lo explica así:

“Cada célula es un pequeño hogar de conciencia. Una entrada de un
Neuropéptido en una célula equivale a una descarga de bioquímicos que
pueden llegar a modificar el núcleo de la célula”.

Nuestro cerebro crea estos neuropéptidos y nuestras células son las que
se acostumbran a “recibir” cada una de las emociones: ira, angustia,
alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo… *Al acostumbrarse a
ellas, se crean hábitos de pensamiento* . A través de los millones de
terminaciones sinápticas, nuestro cerebro está continuamente recreándose;
un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando
pensamos o sentimos “algo” en repetidas ocasiones.* Así es cómo una
persona asocia una determinada situación con una emoción: una mala
experiencia en un ascensor, como quedarse encerrado, puede hacer que el
objeto “ascensor” se asocie al temor a quedarse encerrado. Si no se
interrumpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese
pensamiento- objeto con esa emoción y reforzar esa conexión, *conocida en
el ámbito de la psicología como “fobia” o “miedo”.*

Todos los hábitos y adicciones operan con la misma mecánica. Un miedo (a
no dormir, a hablar en público, a enamorarse) puede hacer que recurramos a
una pastilla, una droga o un tipo de pensamiento nocivo. El objetivo
inconsciente es “engañar” a nuestras células con otra emoción diferente,
generalmente, algo que nos excite, “distrayéndonos” del miedo. De esta
manera, cada vez que volvamos a esa situación, el miedo nos conectará,
inevitablemente, con la “solución”, es decir, con la adicción. *Detrás de
cada adicción (drogas, personas, bebida, juego, sexo, televisión) hay un
miedo insertado en la memoria celular.*

La buena noticia es que, en cuanto rompemos ese círculo vicioso, en
cuanto quebramos esa conexión, el cerebro crea otro puente entre neuronas
que es el “pasaje a la liberación”. Porque, como ha demostrado el
Instituto Tecnológico de Massachussets en sus investigaciones con lamas
budistas en estado de meditación, *nuestro cerebro está permanentemente
rehaciéndose, incluso, en la ancianidad.* *Por ello, se puede desaprender
 y reaprender nuevas formas de vivir las emociones.*

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