domingo, 3 de julio de 2011

La atracción de la Vida

Vivir es nacer a cada instante

Alguien es interesante porque se interesa, y alguien es amado porque es capaz de amar y porque ama la vida  que hay en él y en los demás seres humanos.

  La vida significa cambio constante, nacimiento permanente. La muerte significa dejar de crecer, anquilosamiento, repetición.

CREAR Y DESTRUIR

Cuanto más se frustra el impulso de vivir más se refuerza el de destruir. 

El acto de la destrucción nos hacemos más fuertes que la vida.

El ser humano se jacta de su poder de destrucción para esconder impotencia como ser humano.

Cuando la vida deja de ser atractiva e interesante, el ser humano cae en la desesperación y no está precisa;mente dispuesto a renunciar a la satisfacción de destruir, aunque le vaya  la propia vida.

La voluntad de destruir tiene que aparecer cuando no se puede satisfacer la voluntad de crear algo.

Naturalez humana

Hay que entender la vida como proceso y no como  secuencia de fases determinadas.

La vida entera de cada uno no es sino el proceso de darse a luz a sí mismo.

Nacer es un proceso permanente.

Educar para la creatividad es sinónimo de educar para la vida.

 El trágico destino de la mayoría de los seres humanos es que mueren antes de haber nacido.

Tener y ser

EI tener orientado a la posesión se basa en una merma de la capacidad de ser activo productivamente.

 Hoy los seres humanos creen que no puede gozarse de nada que no haya que comprar.

SER ES SER ACTIVO PRODUCTIVO

El sistema ser humano no funciona correctamente si sólo se satisfacen sus necesidades materiales y no aquellas necesidades y aptitudes que le son propias, específicamente humanas, como el amor, la ternura, la razón y la alegría.

 Si soy lo que soy y no lo que tengo, nadie puede robarme o amenazar mi seguridad o mi sentido de la identidad.

Yo soy «yo» sólo en la medida en que esté vivo, interesado, activo y en relación con otros.

 Mi sentimiento-de-mí proviene de la experiencia de mi mismo como sujeto de mis experiencias, mis pensamientos, mis decisiones, mi juicio y mi acción

NARCISISMO Y EGOISMO

El ser humano egocéntrico, narcisista, en realidad no se ama; por eso está ávido.

Quizás el egoísta no se ama demasiado a sí mismo sino demasiado poco; de hecho, se odia.

Habitualmente, el odio a sí mismo se racionaliza in­telectualmente como sacrificio, altruismo o ascesis; tam­bién como autoacusación o sentimiento de inferioridad.

El egoista sólo está interesado en sí mismo, lo quie­re todo para sí y sólo siente alegría al tomar, no al dar.

El narcisista es un ser humano extremadamente inseguro, pues ni sus sentimientos ni ninguna otra cosa tienen su fundamento en la realidad.

Un narcisista se siente seguro sólo porque no se preocupa de cómo se comportan las cosas en realidad.

El egoismo es por su esencia una forma de avidez. El egoísta quisiera tenerlo todo para sí mismo, no com­partir con los demás; ve en ellos más una amenaza que potenciales amigos.

El egoista, igual que el narcisista, es un ser humano que no ama. Pero.a diferencia del narcisista, el egoísta tiene una buena percepción del mundo fuera de él.

 El narcisismo está en la base de todas las enferme­dades psíquicas graves.

Para el ser humano narcisista sólo hay una realidad: la de sus propios procesos de pensamiento, sentimien­tos y necesidades.

Muchos narcisistas empedernidos hablan sin cesar, a menudo también comiendo, por lo que se olvidan hasta de comer y obligan a todos los demás a esperarles. Para ellos, la sociabilidad y las comidas son menos im­portantes que su «yo».

 Un ser humano capaz de amar productivamente también se ama a sí mismo. Si sólo puede amar a los de-más. no puede amar en absoluto.

Sólo somos capaces de conocer a los demás, de en­tenderlos y amarlos cuando también somos capaces de entendernos, amarnos y conocernos a nosotros mismos.

Quien está decidido a resolver un problema con amor necesita creer en su propia fortaleza en lugar de creer en la perversión de la misma: la violencia.

Productividad significa que el ser humano se vive a sí mismo como encarnación de sus facultades y como capaz de actuar, que se siente uno con sus facultades y que éstas no se le ocultan ni le son ajenas.

Cualquier expresión de la sexualidad es mejor que la sexualidad reprimida.

Es verdad que los tabúes generan obsesión por el sexo y perversiones, pero la obsesión por el sexo y las perversiones no liberan.

Lo que haces a los otros te lo haces también a ti mismo.

El amor de alguien que ama a una única persona y siente indiferencia por el resto de sus semejantes no es amor sino un vínculo simbiótico o bien un egoísmo extensivo.

Quien sólo ama a un ser humano no ama a ninguno.

LA VIDA MISMA ES UN ARTE

Los seres humanos de hoy pueden resolver cruci­gramas, pero no pueden resolver el enigma que la vida representa para ellos.

La vida sólo tiene un sentido: la realización de la vida misma.

Mientras alguien crea que su ideal y el fin de su exis­tencia están fuera de él, sea en las nubes, en el pasado o en el futuro, vive fuera de sí mismo.

El objeto del arte de vivir no es tal o cual que hacer, sino el «que hacer» de la vida misma, el proceso de desa­rrollar lo que el ser humano es potencialmente.

Yo creo que el crecimiento del ser humano es un proceso de nacimiento constante, un despertar cons­tantemente nuevo.

En cada nuevo paso, en cada nuevo estadio de nues­tro nacimiento, sentimos miedo.

Cada acto de nacimiento exige el coraje de despren­derse de algo.

Ante la vida, salimos huyendo.

Los dolores del parto son distintos a los dolores de una enfermedad.

Nadie puede crecer sin esfuerzo y sin la disposición a vivir con el dolor y el miedo.

La mayoría fracasa en el arte de vivir porque no es­ta despierta y no ve cuándo está en una encrucijada y tiene que decidir.

Para que la vida resulte interesante, uno mismo tie­ne que estar interesado.

La voluntad se basa en la actividad interior; un im­pulso espontáneo, en cambio, en la pasividad.

Aprender cl arte de vivir y morir reclama mucho esfuerzo, ejercicio, paciencia; corno todo saber hacer, exige aprendizaje.

El ser humano sólo puede elegir entre dos posibili­dades: retroceder o avanzar.

La fe en que los otros pueden transformarse nace de la experiencia de haber sido nosotros capaces de ello.

En mi opinión, nada de lo sucedido anteriormente tiene por necesidad fuerza determinante, pero marca una cierta dirección y, cuanto más vaya alguien en esta dirección, más tendera a mantener precisamente esta di­rección, de manera que, al final, sólo por obra de un milagro podrá cambiarla.

Sólo puede moverse a los seres humanos a cambiar sus acciones si tienen esperanza. Y sólo pueden tener esperanza si tienen visión; y sólo pueden tener visión si les muestran alternativas.

 En personas que sufren un malestar difuso, perso­nas cuyo carácter debe cambiar, no creo que se consiga una mejora duradera si el cambio de carácter a que se aspira no va acompañado de un correspondiente cambio en su praxis de vida.

Tenemos que decidirnos y resolvemos a valorar más el amor que el odio, a preferir la fortaleza espiritual al éxito en el mercado, a considerar más importante el ser que el tener.

Las barbas esconden más de lo que manifiestan y el descuido en el vestir aún no es indicio de esperanza.

 No creo que la verdad sea divisible ni que pueda co­nocerse en el ámbito personal si se está ciego todas las demás cuestiones.

 La esperanza se parece a un tigre al acecho que sólo salta cuando llega el momento de saltar.

La destrucción de las ilusiones es la condición de todo cambio real.

Desengañarse quiere decir no poder ya engañarse, haberse liberado de los engaños y haberlos dejado atrás.

Hay una diferencia entre tener un fuerte deseo de vivir y un miedo espantoso a morir.

El miedo a la muerte crece con la sensación de no haber estado verdaderamente vivo.

Tememos morir en la medida en que vivimos en el modo de existencia del tenen Pero no es de morir de lo que uno tiene miedo, sino de perder lo que tiene: el cuerpo, el ego, los bienes y la identidad; el miedo de mi­rar al abismo de la no-identidad, de estar «perdido».

La decadencia de la personalidad en la vejez es sín­toma de que no se ha vivido productivamente.

 Morir es amargo, pero la idea de tener que morir sin haber vivido es insoportable.

 Para quien no tiene el coraje de vivir, el coraje de morir es el mejor sustituto.

La intrepidez también se da en individuos plena­mente desarrollados, que reposan en sí mismos y aman la vida.

Quien no se alegra de su vida quiere vengarse, y prefiere destruir la vida a sentir que la suya no tiene sentido.

La alegría es el resultado de vivir intensamente.

La felicidad y el placer más grande posible no resul­tan de la satisfacción ilimitada de todos los deseos.

La felicidad es el rendimiento de la productividad interior del ser humano, no un regalo de los dioses.

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