lunes, 22 de agosto de 2011

LA IRA TE DOMINA

            La ira te domina: no hagas nada a favor ni en contra. No induljas en ella, no la suprimas. Medita sobre ella. Cierra tus ojos y medita sobre el hecho de la ira. Cuando digo meditar hay muchas cosas que ha de ser bien entendidas. No juzgues. No digas que la ira es mala; no digas que es buena. No hagas nada. La ira está presente tal y como cuando una serpiente entra en la habitación. Simplemente mantente atento. ¿ Es una serpiente un dios al que hay que rendirle culto? ¡No! ¿ Es una serpiente un enemigo al que hay que matar? ¡No! simplemente sé consciente de que la serpiente ha entrado. Emplea la serpiente como un objeto para mantenerte consciente.
            De este modo, la ira ha aparecido en ti. ¡ Sé consciente, mantente alerta y no hagas nada! Simplemente permanece atento porque en el instante en que comienzas a hacer algo dejas de ser consciente. Tienes tan poca cantidad de energía que si empiezas a actuar, la energía se vuelca en la acción. No hagas nada. Mantente en silencio y quieto. Alerta. Emplea toda tu energía para mantenerte alerta frente al hecho de que la ira está ahí. Y de repente te darás cuenta de que el foco de tu conciencia está creciendo, de que estás penetrando en el inconsciente. Cuando la luz de tu conciencia está penetrando en la oscuridad del inconsciente, mas consciente te vuelves.
            Es un esfuerzo muy sostenido, arduo. Arduo porque creará abismales dificultades. Te sentirás muy inquieto. Inténtalo y lo verás. Puedes hacer dos cosas. O haces algo provocado por tu ira, lo cual es fácil y te alivia, - cualquiera que sea la consecuencia, por un instante te sientes de aliviado, te sientes aliviado de tu tensión interior – o puedes luchar contra tu ira. Si luchas contra ella, te sientes de nuevo aliviado porque con la lucha se emplea la misma energía que es usada al enfadarse.
            Recuerda esto: el que está luchando en contra de la ira lo único que hace es cambiar el objeto. Me enfado contigo. Iba a pelear contigo, pero dirijo toda esa lucha en contra de mí misma ira. La invierto. Iba a luchar contigo pero soy un hombre muy moral, soy un santo, soy un hombre religioso, así que no puedo pelearme contigo. Pero tengo que luchar con alguien, por eso lucho contra mí mismo, lucho contra mi propia ira. Sobrevendrá la misma energía y el mismo alivio. He luchado y surgirá una profunda satisfacción.
          
La mal llamada satisfacción que se observa en las caras de los que se denominan santos no es nada más que una honda satisfacción por el haber luchado y haber ganado. Y en realidad es algo más astuto porque al luchar con alguien creas una larga cadena de consecuencias. Si te conviertes en ambos, si te divides en dos, en el bueno que nunca se enoja y en el malo, el inconsciente, que si se enoja, si te divides en dos, puedes estar luchando siempre. Exteriormente te volverás un santo, pero por dentro serás sencillamente un volcán, simplemente un caos y nada más; una enfermedad interior, un conflicto constante.
          
La ira se presenta. La ira se produce en la oscuridad; la ira tiene sus raíces en el inconsciente. Solamente las ramas y las hojas penetran en el consciente. Las raíces, las semillas, la fuente de su energía está en el inconsciente. Eres consciente solamente de las ramas distantes. Sé consciente de esas ramas. Cuanto más consciente seas, más serás capaz de mirar en la oscuridad.

            Lo que sucede generalmente es todo lo contrario. Si te enojas tu mente se focaliza en la causa exterior de la ira, ¡siempre! 
            Alguien te ha insultado; estás enojado. Ahora hay tres cosas: la causa exterior de la ira, la fuente de la ira en el interior y entre esos dos estás tú. La ira es tu energía interior, la causa que ha provocado que esta energía se manifieste está afuera y tú estás en el medio. La forma natural de la mente es no ser consciente del origen sino enfocarse sobre la causa externa. Siempre que estás enojado estás profundamente concentrado en la causa exterior.
            En realidad, cuando estás profundamente enojado estás tan concentrado que el mundo entero desaparece. Solamente existe la causa de la ira. Toda tu energía se enfoca sobre la causa de la ira, y estás tan focalizado en la causa que te olvidas de ti por completo. Por eso es por lo que estando enfadado eres capaz de hacer cosas sobre las que luego, más tarde, dirás “las hice sin saber que hacía. No existías.
            Haz esto : siempre que algo pase por dentro de tu mente, síguelo hasta su origen. Se presenta la ira, un súbito destello ha aparecido; cierra tus ojos, medita sobre ello. ¿ De dónde surge esta ira? Nunca preguntes: ¿qué la ha hecho posible? ¿ Quién me ha enojado? Esa es una pregunta equivocada. Pregunta qué energía en ti es la que se está transformando en ira; de dónde surge esta ira, de dónde borbotea, cuál es el origen interno de dónde viene esta energía.
            ¿ Eres consciente de que cuando estas enojado eres capaz  de hacer cosas que no harías si no lo estuvieras? Una persona enojada puede arrojar una piedra de gran tamaño con facilidad. Cuando no está enfadado, no puede ni levantarla. Cuando se está enfadado se posee mucha energía. Hay entonces una fuerza oculta que está con uno. Por eso si un hombre se vuelve loco, se vuelve muy fuerte. ¿ Por qué? ¿ De dónde proviene esta energía? No proviene de nada externo. En ese instante todas sus fuentes están en ebullición simultáneamente: todo está hirviendo al mismo tiempo. Todas las fuentes están disponibles.
            Preocúpate por  descubrir de dónde surge esta ira. Síguelo, retrocede. Medita en silencio, y ve con la ira hasta las mismas raíces. Es difícil, pero no imposible. No es fácil. No va a ser fácil porque es una lucha en contra de un hábito muy arraigado, muy antiguo. Se ha de acabar por completo con el pasado y has de hacer algo nuevo que no has hecho antes. Es tan sólo el peso del hábito el que crea la dificultad. Pero pruébalo y estarás creando una nueva dirección en la que la energía se pueda mover. Estás en los comienzos de ser un círculo, y en un círculo nunca se disipa la energía.
            Mi energía se levanta y se dirige al exterior, de esta forma nunca podrá ser un círculo; simplemente desaparece. Si existe mi movimiento hacia el interior, la misma energía que se disponía a salir girará sobre mí misma. Mi meditación conducirá esta energía de regreso a la misma fuente de donde procedía la ira. Se convierte en un círculo.   

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