martes, 21 de junio de 2011

Espíritu y materia





            Puedes dividir a la humanidad, en el pasado, en espiritualistas o materialistas. Pero nadie se ha ocupado de mirar la realidad del hombre. Es ambos a la vez. No es sólo espiritual, no es sólo consciencia, ni es sólo materia. Es una tremenda armonía entre materia y consciencia.


            O quizás la materia y la consciencia no son dos cosas sino sólo dos aspectos de una realidad: la materia es la parte externa de la consciencia, y la consciencia es la interioridad de la materia.

            Tu ser tiene dos dimensiones, y ambas dimensiones tienen que ser satisfechas, hay que darles la misma oportunidad de crecimiento.


            El hombre como totalidad no ha sido aceptado. Eso ha creado sufrimiento, angustia y una tremenda oscuridad; una noche que ha durado cuatro mil años, que parece no tener fin. Si escuchas al cuerpo, te condenas a ti mismo; si no escuchas al cuerpo, sufres; tienes hambre, eres pobre, tienes sed. Si sólo escuchas a tu consciencia, tu crecimiento estará desequilibrado: tu consciencia crecerá pero tu cuerpo se encogerá y se perderá el equilibrio.
Y en el equilibrio está tu salud, en el equilibrio está tu totalidad, en el equilibrio está tu alegría, tu canción, tu baile.
            Occidente ha escogido escuchar al cuerpo, y se ha vuelto completamente sordo en lo que respecta a la realidad de la consciencia. El resultado, por último, es una gran ciencia, una gran tecnología, una sociedad afluente, una riqueza de cosas mundanas, profanas. Y en medio de toda esta abundancia, un hombre pobre sin espíritu, completamente perdido; sin saber quién es, sin saber por qué es, sintiéndose casi un accidente o un monstruo de la naturaleza.
              Oriente ha escogido la consciencia y ha condenado la materia y todo lo material, incluido el cuerpo.  Oriente ha creado a Gautama el Buda, a Mahavira, a Patánjali, a Kabir, a Farid, a Raidas; un gran linaje de personas con una gran conciencia, un gran despertar. Pero también ha creado millones de pobres, hambrientos, famélicos, que mueren como perros, sin suficiente alimento, sin agua potable para beber, sin suficiente ropa, sin suficientes viviendas.
            El hombre rico de Occidente está buscando su alma y encontrándose vacío, sin nada de amor, sólo deseo; sin oración, sólo palabras repetidas como un loro aprendidas en la catequesis del domingo. No tiene religiosidad, no siente nada por los demás seres humanos, ningún respeto por la vida, por lo pájaros, por lo árboles, por los animales; destruir es tan fácil.
            Occidente ha perdido su espíritu, su interioridad. Rodeado de vacío, aburrimiento, angustia, no se encuentra a sí mismo. Todo el éxito de la ciencia se demuestra inútil porque la casa está completamente llena de todo, pero falta el amo de la casa. Aquí en Oriente, el amo está vivo pero la casa está vacía. Es difícil regocijarse con los estómagos vacíos, con cuerpos enfermos, con la muerte rodeándote; es imposible meditar. Por eso, innecesariamente, hemos sido perdedores. Todos nuestros santos y todos nuestros filósofos, espiritualistas y materialistas ambos, son responsables de este inmenso crimen en contra del hombre.
            El nuevo hombre, es el rebelde.
            Su rebelión consiste en destruir la esquizofrenia del hombre, destruir su división, destruir la espiritualidad como algo en contra del materialismo, destruir el materialismo como algo en contra de la espiritualidad. Es una declaración de que el cuerpo y el alma están unidas: que la existencia está llena de espiritualidad, que las montañas están vivas, que los árboles sienten, que toda la existencia es ambos o quizá una sola energía expresándose a si misma en dos formas, como materia y como conciencia.
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Parte del discurso del Dalai Lama ,cuando le entregaron el Premio nobel de la Paz


El progreso material es por supuesto, importante para el avance humano. En Tíbet dimos muy poca atención al desarrollo económico y tecnológico y actualmente nos damos cuenta de que esto fue una equivocación. Al mismo tiempo, el desarrollo material sin un desarrollo espiritual puede causar también graves problemas. En algunos países se concede demasiada atención a las cosas externas y muy poca importancia al desarrollo interior. Creo que ambos son importantes y deben ser desarrollados conjuntamente para conseguir un buen equilibrio entre los dos. Los tibetanos somos siempre considerados por los visitantes extranjeros como gente feliz y jovial. Esto forma parte de nuestro carácter nacional, arraigado en valores culturales y religiosos que acentúan la importancia de la paz mental conseguida por medio de generar amor y bondad hacia todos los seres vivos, humanos y animales. La clave es la paz interior: si se tiene paz interior, los problemas externos no afectarán el profundo sentido de paz y tranquilidad. En este estado mental se pueden afrontar las situaciones con razonamiento y tranquilidad, mientras se mantiene la felicidad interior. Esto es muy importante. Sin paz interior, por muy confortable que sea la vida material, aún se estará preocupado, molesto o triste por diferentes circunstancias.
Por lo tanto, está bien claro que tiene una gran importancia comprender la interrelación entre estos y otros fenómenos y considerar y tratar de resolver los problemas de una forma equilibrada que tenga en consideración los diferentes aspectos. Por supuesto, no es fácil. Pero el intentar resolver un problema tiene poco beneficio si actuando de esta forma creamos otros igualmente serios. Por tanto, no tenemos alternativa: debemos desarrollar un sentido de responsabilidad universal, no sólo en el aspecto geográfico, sino también con respecto a las diferentes cuestiones con las que se enfrenta nuestro planeta.
La responsabilidad no descansa sólo en los líderes de nuestros países o en aquéllos que han sido elegidos para hacer un tabajo concreto. Está individualmente en cada uno de nosotros. La paz empieza dentro de cada uno. Cuando poseemos paz interior, podemos estar en paz con todos a nuestro alrededor. Cuando nuestra comunidad está en un estado de paz, esta paz puede ser compartida con nuestras comunidades vecinas. Cuando sentimos amor y bondad hacia los demás, esto no sólo hace que los demás se sientan amados y protegidos, sino que nos ayuda también a nosotros a desarrollar paz y felicidad interior.

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