martes, 21 de junio de 2011

LAS MIL CARAS DEL EGO----Eckhart Tolle

Por lo general, las per­sonas no toman conciencia alguna de los personajes a los cuales representan.  Algunos papeles son sutiles; otros son francamente manifiestos, salvo para la persona que los repre­senta. Algunos papeles sólo tienen por objeto atraer la atención de los demás.
 El ego se alimenta de la atención de los demás, la cual es, después de todo, una forma de energía psíquica. El ego ignora que la fuente de toda energía está en el interior, de manera que la busca externamente. El ego generalmente representa algún tipo de papel a fin de satisfacer sus "necesidades", trátese de una ganancia material, una sensación de poder o de superioridad, una sensación de ser especial, o algún tipo de gratificación, ya sea física o psicológica.

La persona tímida que teme despertar la atención de los demás no carece de ego. Tiene un ego ambivalente que teme y a la vez desea la atención de los demás. La timidez suele ir de la mano con un concepto negativo de uno mismo, la idea de ser inadecuado. Toda noción conceptual del ser (verme a mi mismo de tal o cual manera) es ego, trátese de un concepto predominantemente positivo (soy el mejor) o negativo (no sirvo para nada).
 Detrás de todo concepto positivo de uno mismo está el temor de no ser lo suficientemente bueno. Detrás de todo concepto negativo de uno mismo se oculta el deseo de ser el mejor de todos, o mejor que los demás. Detrás de la sensación de superioridad del ego seguro de sí mismo y de la necesidad de conservar esa superioridad, está el temor inconsciente a la inferio­ridad. Y al revés, el ego tímido que se siente inferior, tiene un fuerte deseo oculto de ser superior.
Muchas personas fluctúan entre la sensación de inferioridad y de superioridad, dependiendo de las situaciones o de las personas con quienes entran en contac­to.
Lo único que usted necesita saber y observar en usted mismo es lo siguiente: cada vez que se sienta superior o inferior a al­guien, es problema de su ego.

MALVADO, VÍCTIMA, AMANTE

Algunos egos, cuando no logran despertar alabanzas y admira­ción, se contentan con otras formas de atención y representan los personajes necesarios para obtenerlas. Si no consiguen atención positiva, podrían buscar la atención negativa, provocando, por ejemplo, una reacción negativa en otra persona.  Algunos egos cometen crímenes en aras de la fama. Buscan atención haciéndose notorios y provocando la con­dena de los demás. Su súplica parece ser la de "por favor díganme que existo, que no soy insignificante". Esas formas patológicas del ego son solamente versiones más extremas de los egos normales.
Uno de los personajes representados con mayor frecuencia es el de la víctima, la cual busca la simpatía, o la compasión, o el interés de los demás por mis problemas, "yo y mi historia". La víctima es uno de los componentes de muchos patrones egotistas, como renegar, sentirse ofendido, injuriado, etcétera.
Claro está que una vez que nos identificamos con una historia en la cual nos hemos asignado el papel de víctimas, no deseamos que caiga el telón y, por tanto, como todos los terapeutas lo saben, el ego no desea poner fin a sus "problemas" porque son parte de su identi­dad.
Si nadie desea escuchar nuestra triste historia, podemos repe­tírnosla mentalmente una y otra vez para sentir compasión por nosotros mismos y poseer la identidad de una persona maltratada por la vida, por las demás personas, por el destino o por Dios. Es una forma de dar definición a la imagen que tenemos de nosotros mismos, de ser alguien, lo cual es lo único que le interesa al ego.

PERSONAJES PREDETERMINADOS

Lo que realmente importa no es la función que cumplimos en este mundo, sino si nos identificamos hasta tal punto con esa función que ella se apodera de nosotros y se convierte en el personaje de un drama que representamos. Cuando representamos personajes estamos inconscientes.
Cuando reconocemos que estamos representando un personaje, ese simple reconocimiento crea una separación en­tre nosotros y el personaje. Es el comienzo de la liberación. Cuando estamos completamente identificados con un personaje, confundimos un patrón de comportamiento con nuestra verdadera esencia y nos tomamos muy en serio.

PERSONAJES TRANSITORIOS

Cuando estamos lo suficientemente despiertos y conscientes para observar nuestras interacciones con los demás, podemos detectar cambios sutiles en nuestra forma de hablar, nuestra actitud y nuestro comportamiento, dependiendo de la persona a quien tengamos al frente. Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en otras personas, pero posteriormente podremos detectarlos en nosotros mismos.
En lugar de que la interacción ocurra entre dos personas, ocurre entre dos imágenes conceptuales. Mientras más identificadas estén las per­sonas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación.

LA FELICIDAD DEL PERSONAJE Y LA FELICIDAD VERDADERA

"¿Cómo estás?" "Muy bien, no podría estar mejor". ¿Falso o verdadero?
En muchos casos, la felicidad es un papel que representamos mientras que detrás de la fachada feliz hay una gran cantidad de sufrimiento. La depresión, las crisis y las reacciones exageradas son comunes cuando la infelicidad se oculta detrás de un rostro sonriente y unos dientes blancos, cuando nos obstinamos en no reconocer esa enorme infelicidad.
Si nos sentimos infelices, lo primero que debemos reconocer es esa infelicidad que llevamos dentro. Pero no es cuestión de decir, "Soy infeliz", porque la infelicidad no tiene nada que ver con nuestra esencia. Debemos decir, "Hay infelicidad en mi", y luego proceder a investigarla.  Debe­mos reconocer que las emociones que sentimos se derivan en gran medida de las cosas que pensamos. Debemos ver la conexión entre los pensamientos y las emociones. En lugar de ser pensamiento y emoción, debemos ser la conciencia que los observa.
No debemos buscar la felicidad puesto que no la encontraremos. La búsqueda es la antítesis de la felicidad. La felicidad es evasiva, mientras que podemos liberarnos ya mismo de nuestra infelicidad enfrentándola como es, en lugar de inventar historias sobre ella. La infelicidad opaca nuestro estado natural de bienestar y paz interior, fuentes reales de la verdadera felicidad.

RENUNCIAR A REPRESENTAR PERSONAJES

Una lección esencial sobre el arte de vivir que todos debemos aprender es a hacer lo que las situaciones nos exigen sin que por ello nos convirtamos en un personaje con el cual identificarnos. El poder de lo que hacemos se intensifica si actuamos por la acción misma en lugar de hacerlo como medio para proteger, engrande­cer o satisfacer nuestra identidad. Cada personaje es una noción ficticia del ser y sirve para personalizarlo, corromperlo y distor­sionarlo todo a causa del "pequeño yo" fabricado por la mente y del personaje en cuestión.
La mayoría de las personas que ocupan posiciones de poder en este mundo como los políticos, las celebri­dades de la televisión, los líderes de empresa y también los líderes religiosos, se identifican totalmente con su papel, salvo por algu­nas excepciones notables.
Podrán ser personajes viP pero nos son más que actores inconscientes en el drama del ego, un drama que parece supremamente importante pero que, en últimas, carece de todo propósito. Según las palabras de Shakespeare, es una "histo­ria contada por un tonto, llena de sonido y furia, pero carente de significado".1 Es sorprendente saber que Shakespeare llegó a esa conclusión sin tener el beneficio de la televisión. Si el drama del ego tiene algún propósito, éste es indirecto: crear cada vez más sufrimiento en el planeta, el cual finalmente destruye el ego, pese a ser creado por 61. Es el fuego en el cual se consume a sí mismo el ego.
En un mundo lleno de personajes que representan un drama, las pocas personas que no proyectan una imagen fabricada por la mente  sino que funcionan desde la esencia profunda de su Ser, que no aparentan ser más de lo que son sino que son ellas mismas, se destacan como personas notables y son las únicas que logran dejar una verdadera huella en este mundo. Son las portadoras de la nueva conciencia. Imprimen gran poder a todo lo que hacen porque están en armonía con el propósito del todo. Sin embargo, su influencia va mucho más allá de lo que hacen, mucho más allá de su función. Su simple presencia sencilla, natural, dis­creta, ejerce un efecto de transformación sobre todas las personas con quienes entran en contacto.
Cuando no representamos papeles, no hay ego en lo que hacemos. No hay un propósito oculto: protegernos o fortalecernos. El resultado es que nuestros actos ejercen un poder mucho mayor. Nos concentramos totalmente en la situación. Somos uno con ella. No tratamos de ser alguien en particular. Cuando somos totalmente nosotros mismos, nuestros actos son más poderosos y eficaces.
Pero no debemos esforzarnos por ser nosotros mismos. Ese es otro papel. Se llama "mi yo natural y espontáneo". Tan pronto como nos esforzamos por ser esto o aquello, asumimos un personaje. El consejo de "Sé tu mismo" es bueno, pero también puede ser engañoso. La mente intervendrá para decir, "Veamos, ¿cómo puedo ser yo mismo?" Entonces la mente desarrolla algún tipo de estrategia: "De cómo ser yo mismo". Otro personaje. En realidad, la pregunta de "¿Cómo puedo ser yo mismo?" es inco­rrecta. Implica que debemos hacer algo para ser nosotros mismos.
Decídase a renunciar a definirse, ante usted mismo y ante los demás. No perecerá. Vivirá. Y no se preocupe por la manera como los demás lo definen. Cuando lo definen, ellos se limitan, de manera que ése es problema de ellos. Cuando se relacione con la gente, no asuma principalmente un papel o un personaje. Sea solamente un campo de Presencia consciente.
¿Por qué el ego representa personajes? A causa de un supues­to sin examinar, de un error fundamental, de un pensamiento inconsciente. Ese pensamiento es: no soy suficiente. De allí se desprenden otros pensamientos inconscientes: debo representar un papel a fin de obtener lo que necesito para estar completo; debo conseguir más a fin de poder ser más. Pero es imposible ser más de lo que somos porque detrás de nuestra forma física y psicológica somos uno con la Vida misma, uno con el Ser.
 En la forma siempre hay seres inferiores y superiores a alguien. En esencia, no somos ni inferiores ni superiores a nadie. El verdadero amor propio y la verdadera humildad son producto de ese reco­nocimiento.
 A los ojos del ego, el amor propio y la humildad son contradictorios. Pero en verdad son la misma cosa.

EL EGO PATOLÓGICO

La persona que está aprisionada por el ego no reconoce el sufrimiento como tal, sino que lo ve como la única respuesta apropiada para una determinada situación. En su cegue­ra, el ego es incapaz de ver el sufrimiento que se inflige a sí mismo y que inflige a otros. La infelicidad es una enfermedad mental y emocional creada por el ego, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas. Es el equivalente interior de la contamina­ción ambiental de nuestro planeta. Los estados negativos como la ira, la ansiedad, el odio, el resentimiento, el descontento, la envi­dia, los celos y demás, no se ven como negativos sino que se consideran totalmente justificados y además no se perciben como nacidos de nosotros mismos sino de alguien más o de algún factor externo.
"Te hago responsable de mi sufrimiento". Esto es implí­citamente lo que dice el ego.

El ego no puede distinguir entra una situación y la interpre­tación o la reacción frente a ella. Podríamos decir, "Qué día más espantoso" sin darnos cuenta de que lo espantoso no está en el frío, ni en el viento, ni en la lluvia, ni en cualquiera que sea la situación. Ellos son lo que son. La espantosa es nuestra reacción, nuestra resistencia interior y la emoción creada por esa resis­tencia. Shakespeare dijo, "Nada es bueno ni malo, solamente lo que pensamos confiere esa calidad".2 Además, el ego suele equi­vocarse al considerar que el sufrimiento o la negatividad le pro­ducen placer porque se fortalece a través de ellos hasta cierto punto.

Por ejemplo, la ira o el resentimiento fortalecen enormemen­te al ego porque intensifican la sensación de separación, enfatiza lo ajeno de los demás y crea una fortaleza aparentemente inex­pugnable de "virtud" aparente. Si pudiéramos observar los cam­bios fisiológicos que se producen en el cuerpo cuando estamos poseídos por esos estados negativos, los efectos adversos que tie­nen sobre el funcionamiento del corazón y los sistemas digestivo e inmune y un sinnúmero de funciones corporales, veríamos con toda claridad que esos estados son ciertamente patológicos y que son formas de sufrimiento y no de placer.
Cuando vivimos en un estado negativo, hay algo en nosotros que ansía la negatividad, que siente placer en ella o cree que puede ayudarnos a conseguir lo que necesitamos. Cada vez que hay negatividad en nosotros y logramos detectar en ese momento que hay algo que goza con esa negatividad o cree que tiene un propósito útil, tomamos conciencia del ego directamente. Tan pronto como eso sucede, la identidad pasa del ego a la conciencia y eso significa que el ego se empequeñece mientras que la conciencia se agranda.
Si en medio de la negatividad podemos reconocer que esta­mos creando sufrimiento para nosotros mismos, será suficiente para elevarnos por encima de las limitaciones de los estados egotistas y las reacciones condicionadas. Abriremos una infinidad de posibilidades, otras formas mucho más inteligentes de manejar cualquier situación. Quedaremos en libertad para deshacernos de la infelicidad con el sólo hecho de reconocer esa falta de inteligen­cia. La negatividad no es inteligente. Siempre le pertenece al ego, éste puede ser astuto, pero no inteligente. La astucia divide; la inteligencia incluye.



LA INFELICIDAD LATENTE


El ego crea separación y la separación crea sufrimiento. Por consiguiente, es obvio que el ego es patológico. Aparte de las formas más claras de negatividad como la ira, el odio y demás, hay otras más sutiles, las cuales son tan comunes que por lo general no se las reconoce por lo que son. Entre ellas se cuentan la impaciencia, la irritación, el nerviosismo, el hastío, etcétera. Esas formas de negatividad son la infelicidad latente, estado interior en el cual suelen permanecer muchas personas.
Es necesario estar supremamente concientes y absolutamente presentes a fin de detectarlas. Siempre que lo hacemos así, tenemos un momento de despertar y se suspende la identificación con la mente.
. Siempre que haya infelicidad latente (o manifiesta) en su vida, vea cuáles de estos pensamientos son aplicables y proporcióneles contenido de acuerdo con su situación personal:
"Algo debe suceder en mi vida para que yo pueda alcanzar la paz (la felicidad, la realización, etcétera). Y resiento que no haya sucedido todavía. Quizás con mi resentimiento logre que suceda finalmente".

"Algo sucedió en el pasado que no debió suceder y lo resien­to. Si eso no hubiera sucedido, tendría paz ahora".
"Me está sucediendo algo que no debería sucederme y me está impidiendo tener paz".

Muchas veces, las creencias inconcientes apuntan a una perso­na, de manera que la palabra "suceder" se reemplaza por "hacer".
"Deberías hacer esto o aquello para que yo pueda tener paz. Y resiento que no lo hayas hecho. Quizás con mi resentimien­to logre que lo hagas".

"Algo que tú (o yo) hicimos, dijimos o dejamos de hacer en el pasado me está impidiendo tener paz".
"Lo que haces o no haces ahora me está impidiendo tener paz".



EL SECRETO DE LA FELICIDAD


Todas las citas anteriores son supuestos que no se han examinado y que confundimos con la realidad. Son historias creadas por el ego para convencernos de que no podemos estar en paz en el presente y tampoco ser nosotros mismos. Estar en paz y ser quie­nes somos es lo mismo. El ego dice: quizás en un futuro podré tener paz si tal o cual cosa sucede o si obtengo aquello o me convierto en lo de más allá. También dice: no podré estar en paz jamás a causa de algo que sucedió en el pasado. En general, todo el mundo cuenta la misma historia, "por qué no puedo tener paz ahora". El ego no sabe que nuestra única oportunidad para estar en paz es ahora. O quizás sí lo sabe pero teme que lo averigüemos. Después de todo, la paz representa la aniquilación del ego.
¿Cómo podemos alcanzar la paz ahora? Haciendo la paz con el momento presente. El momento presente es el campo en el cual transcurre el juego de la vida. No puede jugarse en ningún otro lugar. Una vez hecha la paz con el momento presente, podemos ver lo que sucede, lo que podemos hacer o lo que optamos por hacer, o más bien, lo que la vida hace a través de nosotros. Hay cuatro palabras en las cuales se encierra el secreto del arte de vivir, el secreto del éxito y la felicidad: uno con la vida. Ser uno con la vida significa ser Uno con el Ahora. Entonces nos damos cuenta de que no vivimos la vida, sino que ésta nos vive. La vida es la bailarina y nosotros somos la danza.
Al ego le encanta estar resentido con la realidad. ¿Qué es la realidad? Cualquier cosa que es. Buda la denominó tatata, el tal o cual de la vida, es decir, nada más que el tal o cual de este momento. Oponerse a ese tal o cual es una de las principales carac­terísticas del ego. Esa oposición crea la negatividad de la cual se alimenta el ego, la infelicidad que tanto le gusta. De esta manera sufrimos y hacemos sufrir a los demás sin siquiera saberlo, sin darnos cuenta de que estamos creando el infierno en la tierra. Crear sufrimiento sin reconocerlo es la esencia de la vida inconsciente y es estar completamente bajo el control del ego. La incapacidad del ego para reconocerse y ver lo que hace es verdaderamente aterradora e increíble. El ego hace exactamente lo que condena en los demás y ni siquiera se da cuenta. Cuando se lo señala, recurre a la negación, la ira, los argumentos y las justificaciones que distorsionan los hechos. Y todo el mundo lo hace, las personas, las empresas y los gobiernos. Cuando todo lo demás falla, el ego recurre a los gritos y hasta a la violencia física. ¡Que manden al ejército! Es entonces cuando reconocemos la sabiduría de las palabras de Jesús en la cruz: "Perdónalos porque no saben lo que hacen".
Para poner fin a la desgracia que se ha cernido sobre la con­dición humana durante miles de años, debemos comenzar con nosotros mismos y asumir la responsabilidad por nuestro estado interior en todo momento. Eso significa que debe ser ahora mismo. Pregúntese si hay negatividad en su interior en este mismo momento. Entonces preste atención a sus pensamientos y tam­bién a sus emociones. Esté alerta a esa infelicidad latente a la cual me referí anteriormente, en cualquiera de sus formas: desconten­to, nerviosismo, hastío, etcétera. Esté alerta a los pensamientos que aparentemente justifican o explican esa infelicidad pero que en realidad son los causantes de la misma. Tan pronto como tome conciencia de un estado negativo en su interior no piense que ha fallado.
Significa que ha tenido éxito. Mientras no hay esa conciencia, prevalece la identificación con los estados interiores, y esa identificación es el ego. Con la conciencia se suspende la identi­ficación con los pensamientos, las emociones y las reacciones. Este estado no debe confundirse con la negación. Al reconocerse los pensamientos, las emociones y las reacciones, se suspende automáticamente esa identificación. Entonces cambia nuestro sen­tido de lo que somos, nuestra sensación de ser: antes éramos pensamientos, emociones y reacciones; ahora somos conciencia, la Presencia consciente que observa esos estados.
"Un día me liberaré del ego". ¿Quién habla? El ego. Liberarse del ego realmente no representa un gran esfuerzo. Lo único que se necesita es tomar conciencia de los pensamientos y las emocio­nes en el mismo momento en el que suceden. No se trata realmente de "hacer", sino de "ver".


LAS FORMAS PATOLÓGICAS DEL EGO


Muchas personas normales dicen ciertas menti­ras ocasionalmente para aparentar ser importantes, especiales y engrandecer su imagen a los ojos de los demás: mentiras sobre sus conocidos, sus logros, sus habilidades, sus posesiones y todo lo demás con lo cual se identifica el ego. Sin embargo, algunas personas, motivadas por el sentimiento de insuficiencia y la ne­cesidad del ego de tener o ser "más", mienten constantemente y de manera compulsiva. Su historia, la mayoría de las cosas que dicen sobre sí mismos, son una completa fantasía, una edificación ficticia que el ego construye para sí mismo a fin de sentirse más grande y especial. Con esa imagen engrandecida y magnificada, algunas veces engañan a los demás, pero generalmente no por mucho tiempo. La mayoría de las personas no tardan en recono­cer la falsedad de la historia.

La enfermedad conocida como esquizofrenia paranoica o pa­ranoia, es una enfermedad mental consistente principalmente en una forma exagerada del ego. Consta de una historia ficticia inventada por la mente para darle sentido a una sensación persis­tente de miedo. El elemento principal de la historia es la idea de que ciertas personas (a veces muchas o casi todo el mundo) conspiran contra la persona para controlarla o matarla.
Por lo general, la historia es coherente y lógica, de tal manera que muchas per­sonas terminan creyéndola. Hay a veces organizaciones o nacio­nes enteras apoyadas sobre un sistema paranoico de creencias. El ego exagera su miedo y su suspicacia, su tendencia a hacer énfasis en lo "ajeno" de los demás fijándose en las faltas que asocia con la identidad de esas otras personas, para convertir a los demás en monstruos humanos. El ego necesita de los demás, pero su dilema está en que en el fondo odia y teme a las demás personas. La voz del ego se ve reflejada en la frase de Jean Paul Sartre, "Los demás son el infierno". Ese infierno se manifiesta más agudamente en las personas paranoicas, pero quienes todavía tienen patrones egotistas también lo experimentan hasta cierto punto.
Mientras más fuerte es el ego, mayor es la probabilidad de que la persona piense que la fuente principal de sus problemas son los demás. También es más probable que les dificulte la vida a los demás. Pero, como es natural, la persona no podrá reconocer lo que sucede. Solamente percibe que son los demás los que actúan en su contra.
 El ego no sabe que la mente y las posiciones mentales no tienen nada que ver con lo que somos, porque el ego es la mente no observada.
El Zen dice, "No busques la verdad. Sencillamente abandona tus opiniones". ¿Qué significa esa frase? Dejar de identificarnos con la mente. Lo que somos aflora espontáneamente cuando eso sucede.

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