lunes, 27 de junio de 2011

SABIDURÍA E INTELIGENCIA---Edward De Bono

Sabiduría no es lo mismo que inteligencia, ni mucho menos. Yo he conocido individuos realmente muy inteligentes en su campo (hasta ganadores del premio Nobel) pero que carecían de verdadera “sabiduría” fuera de su propio campo de estudios.


La inteligencia es como un lente de foco muy agudo. La sabiduría es más bien como un lente gran angular.
Igualmente la sabiduría no es una función de la inteli­gencia. Muchas personas cuya educación ha sido sen­cilla son mucho más sabias que otras que han aprendi­do mucho de los libros. La explicación es que “vivir” puede enseñar más sobre la sabiduría que los libros tradicionales .
La sabiduría tiene que ver más con la perspectiva que con los detalles. La inteligencia enseña cómo obtene­mos información y cómo la utilizamos. La sabiduría nos muestra cómo encaja la información en el mundo que nos rodea y con nuestros propios valores.
Inteligencia es saber preparar, técnicamente, una es­pléndida comida. Sabiduría es disponer una comida de acuerdo con los ingredientes disponibles y también sa­tisfacer lo que queremos comer en ese momento.

Inteligencia es como tener una biblioteca llena de li­bros. Sabiduría es saber qué libro leer en este momento.
Sabiduría es el arte mediante el cual la percepción modela la experiencia al servicio de nuestros valores.
La inteligencia en un enfoque estrecho aunque muy agudo. La sabiduría es un enfoque gran angular que abarca mucho más.

PERCEPCIÓN



Percepción es la manera como la mente organiza la información que le llega al mundo exterior.

La percepción junta un grupo de cosas. Cuando usamos la palabra “sabiduría" ponemos en acción el grupo que nos viene a la mente, tanto consciente como inconscientemente.

 Una persona que nace con gruesas opacidades de la córnea no puede ver. Más tarde en la vida, cuando se le practica una operación para darle la vista, la persona no puede ver inmediatamente. Todo se le presenta como un borrón de luces, colores y formas desorganizadas. Tiene que aprender a organizar esa información en el cerebro. La percepción es eso.
Percepción no es Sólo lo que tenemos fisicamente delante de la vista (o cualquier otro sentido) sino tam­bién lo que el cerebro hace con esa información. ¿Cómo se estructura dicha información? ¿Qué información se evoca dcl pasado para integrarla con la actual?
 Vivimos en el mundo que “vemos". Pero el mundo que vemos no es el mundo material que nos rodea sino el que “percibimos" en la mente.
 La percepción suministra los ingredientes que se deben procesar, como en matemáticas, en lógica, etc.
 La mayor parte de los errores de juicio son errores de percepción. Las fallas de lógica, fuera de los rompeca­bezas, son en realidad muy raras. Es posible enredar y volver loca a una persona con un acertijo bien prepara­do, pero en la vida común y corriente la gente es muy lógica. Desde hace tiempo yo vengo sosteniendo que la percepción es la parte clave del pensamiento. David Perkins, de la Universidad de Harvard, me dice que sus investigaciones le han mostrado que la mayor parte de los errores de criterio son errores de percepción: ver sólo una parte de la situación, llevar consigo un marco de referencia inadecuado, hacer una selección emotiva de la información, etc.

 Muchas deficiencias de comportamiento podrían verse también como errores de percepción (por lo menos en parte): arrogancia, egoísmo, desesperanza, reacciones exageradas, dependencia, etc.
 Podemos ver exactamente la misma cosa y , sin embargo, dividirla en muchas formas distintas. La percepción decide cómo estructuramos el mundo que nos rodea.

QUE ES LA SABIDURÍA?

Sabiduría es tener una visión más amplia. Sabiduría es tener una visión más profunda. Sabiduría es tener una visión más rica. La sabiduría busca una “visión de helicóptero” de modo que todo se vea en perspectiva y en relación con todo lo demás.
 La sabiduría insiste en que uno piense lenta, muy len­tamente. Si piensa en una forma apresurada lo más probable es que se encierre en la pauta habitual.
 A medida que uno envejece le parece que todos los que lo rodean se vuelven más jóvenes. Le parece que los ancianos actúan con la inocencia y la simplicidad de los niños. No tememos a los niños porque son inocentes y transparentes, así que tendemos a tratar a los viejos en la misma forma. También hay algunos “niños mons­truos” que son egoístas y exigentes.
Sabiduría es la capa­cidad de ver a través de las apariencias externas. Sabiduría es la capacidad de imaginar posibilidades y de considerarlas. Sabiduría es la renuencia a dejarse ence­rrar en juicios fáciles y falsas certezas.
 
CONFIANZA Y ARROGANCIA
A los veintiséis años de edad Alejandro Magno ya había conquistado todo el mundo conocido. Llegó hasta la India. ¿Cómo explicar tan asombrosa proeza? La pri­mera explicación es que era un hombre de una capaci­dad y dotes extraordinarios. La segunda es que el gran Aristóteles fue su maestro. Aristóteles le enseñó lógica1 razón y sabiduría7 todas las cuales contribuyeron a sus triunfos. La tercera explicación es que la lógica aristo­télica le dio una inmensa confianza en sus decisiones? y esa seguridad en sí mismo fue lo que lo condujo al éxito. Puede haber sido una combinación de las tres explica­ciones y de otras que no se sugieren aquí (como,  por ejemplo, colaboradores muy capaces).
Confianza y seguridad producen decisiones firmes y liderazgo. La confianza de los normandos los llevó a Inglaterra y por el sur hasta Malta en el Mediterráneo. La confianza de los romanos y de los británicos creó sus respectivos imperios.
¿Cuándo se convierte la confianza en arrogancia? ¿La confianza en uno mismo no es otra cosa que arrogan­cia?
 La confianza es cuestión de abrirse al mundo circundante. La arrogancia cree en la suficiencia de un mundo interior.
La línea divisoria entre confianza y arrogancia es muy sutil pero la diferencia es grande. Si al lector le parece que ésta es una afirmación contradictoria1 piense en dos automóviles que corren veloces por una carretera en di­recciones opuestas. Hay un momento en que están muy cerca uno de otro pero su destino es muy distinto. La arrogancia no deja que nadie se acerque. Lo aísla a uno. La arrogancia significa que uno no quiere y no necesita escuchar a nadie; es la falla definitiva del “sistema". Por ella el sistema humano se desprende del mundo que lo rodea.
 La confianza es tan decisiva para la acción como la arro­gancia pero permite la entrada de opciones y las busca. Si uno realmente tiene confianza, no tiene inconveniente en oír otras opiniones y considerar alternativas. Se siente seguro de que hará lo más conveniente. Hasta puede sentirse seguro de que sus opiniones no se van a mo­dificar y por tanto no teme exponerlas a discusión.
 La arrogancia es casi todo lo contrario de la sabiduría. La confianza es la base de la sabiduría.
 Desde la más tierna edad todos buscamos certidumbre en un mundo incierto. A un bebé probablemente le complace saber que si llora de determinada manera, aparece la mamá a darle de comer. Todos queremos saber dónde estamos y qué estamos haciendo.
 EL PODER DE LA POSIBILIDAD
 La posibilidad lleva a la creatividad, a la generación de alternativas, experimentos de pensamiento, hipótesis y excursiones en el “parque del Futuro”.
 Cuando el progreso no ocurre por accidente, ocurre por lo común mediante la generación y exploración de posibilidades.
 No gustamos de las “posibilidades” por una buena razón: porque son lo contrario de la certidumbre. Ne­cesitamos tomar decisiones prácticas. La posibilidad deja abierta la puerta del riesgo y no ofrece ninguna garantía de recompensa: este camino “podría” llevar adonde uno quiere ir. Así que la posibilidad no es atrac­tiva para la mente humana. Cuánto mejor es una certeza clara y definida.
 La ironía es que la fuerza impulsora de la ciencia ha sido ciertamente el sistema de posibilidades.
 Hay cierta documentación. Viene entonces alguien y crea una posibilidad. Ésta es la “hipótesis” que ha sido la fuerza impulsora de la ciencia. Esa hipótesis nos da algo hacia lo cual podamos trabajar; dirige la investiga­ción de más hechos y el diseño de experimentos.
 La expectativa de que la hipótesis va a ser criticada impulsa la investigación de mejores pruebas de apoyo. Pero la destrucción crítica de una hipótesis no produce otra mejor. Una hipótesis mejor se produce por el esfuerzo creativo de alguien que plantea una nueva hipótesis como una posibilidad.
 Hacemos una conjetura sobre cómo va a continuar la pauta. Esa es una hipótesis y nos permite predecir el comportamiento futuro.
 Hace dos mil años la tecnología china estaba muy avanzada e iba muy adelante de la del Occidente. Se dice que el progreso se estancó porque los académicos se interesaban únicamente en la descripción (como hoy en muchos campos). Parece que los chinos nunca desarro­llaron el concepto de la “hipótesis”.
 Así como la hipótesis ha sido la fuerza impulsora de la ciencia occidental? la fuerza impulsora de la tecnología occidental ha sido el “sueño” o la visión . Podemos imaginar adónde queremos ir. Ésa es la posibilidad. Ahora, ¿cómo llegamos allá?
 Cuando uno se propone buscar alternativas ¿sabe de antemano que sí hay alternativas que encontrar? ¿Sabe que va a poder encontrarlas? No hay ninguna seguri­dad. Tal vez no haya ni siquiera indicio alguno de que existan alternativas.
 Uno cree en la posibilidad de que haya alternativas.
 En efecto, hay tres niveles de posibilidad:
 1. Que sí haya efectivamente alternativas.
 2. Que uno pueda encontrarlas (o diseñarlas).
 3.  Que sean apropiadas.
 Cuando uno plantea una provocación “po” en pensa­miento lateral ¿sabe que va a obtener de ella una idea útil? Claro que no. Sólo hay la posibilidad. (“po” es una palabra que yo inventé para designar una provocación que es una afirmación que sabemos que no es verdad pero que usamos para estimular nuevas ideas).
 Cuando un cazador sale al campo sabe que va a en­contrar caza? No está seguro, sólo hay una posibilidad, a veces una probabilidad.
La ciencia tradicional insiste en que propongamos la hipótesis más razonable y luego, según Karl Popper, tratemos de demoler dicha hipótesis. Este proceso funciona pero es muy lento e ineficiente. Las pruebas se examinan a través de la hipótesis más razonable. Cuan­do ésta se derrumba buscamos otra. El proceso es secuencial.
Mucho mejor es tener varias hipótesis paralelas que examinamos al mismo tiempo, aun incluyendo algunas más especulativas que otras. En esta forma, si una hipótesis resulta incorrecta, tenemos otras que se están trabajando en paralelo. Esto también significa que la misma persona puede examinar las pruebas a través de distintas ventanas organizadoras.
Proponer hipótesis tiene su arte y su técnica. A los científicos y a otras personas hay que enseñarles esa técnica.
VALORES
El propósito de pensar es ordenar nuestro mundo interior y exterior de manera de servir y mejorar nues­tros valores. El propósito de la acción es poner en práctica el pensamiento.

Es función de la sabiduría tomar conciencia de todos los distintos valores comprometidos en una situación. Es función de la sabiduría darse cuenta de los distintos valores de las diferentes personas que toman parte en una situación. Es función de la sabiduría establecer alguna prioridad de los valores de manera que a los más importantes se preste la debida atención. Es función de la sabiduría disponer la acción de manera de satisfacer tantos valores como sea posible. Es función de la sabiduría permutar un valor por otro cuando los dos no se pueden satisfacer.
La sabiduría debe ser la arquitectura de los valores. ¿Cómo ordenamos el “espacio de valor"?
Hay valores culturales, locales y familiares. Éstos son cosas que se espera que hagamos y principios que se espera que sigamos. Gran parte del tiempo respetamos estas expectativas porque tales principios se han conver­tido efectivamente en nuestros valores o porque tememos la desaprobación del grupo si no los observamos.
Hay valores espirituales y religiosos. Estos pueden ser muy personales o más generales. Esos valores determi­nan si nos sentimos justos o pecadores. Hacen más fáciles las decisiones. No juzgamos una alternativa por sus propios méritos sino que vemos si está de acuerdo con los valores correspondientes.
Hay valores materiales y de “logro”. Éstos tienen un valor directo y otro indirecto porque pueden llevar a poder, reconocimiento y posición, que son también valores.
Los valores dan propósito, significado, disfrute y “valor" a la vida. También podemos convertirnos en escla­vos de nuestros valores, así como podemos dejarnos esclavizar por nuestros deseos.
Las emociones son valores y podemos convertirnos en adictos a la busca de emociones. Podemos volvernos a­dictos a la adrenalina y dedicarnos a dar saltos mortales.

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