Un verdadero hombre de conocimiento no pierde nunca la mentalidad de aprendiz. Nunca se convierte en un experto; nunca deja de aprender.
¿Has tenido ocasión de comprobarlo? Cuando empiezas a hacer algo por primera vez sientes una gran alegría. Cuando aprendes a conducir, por ejemplo: ¡disfrutas tanto...! pero al cabo de un mes, cuando ya has aprendido, la alegría se desvanece y se vuelve aburrido; pura rutina. Sigues conduciendo, pero ya no escuchas el zumbido del motor ni notas la corriente de aire ni observas el funcionamiento rítmico del coche. Ya no ves nada: ni los árboles, ni los pájaros ni el sol; nada. Al principio, durante unos días, fue como una luna de miel: una luna de miel con el coche.
Y lo mismo ocurre con todas nuestras experiencias. ¡Al principio todo parece tan hermoso...! Te enamoras de una mujer y todo es tremendamente hermoso, increíble; pero al cabo de unas cuantas semanas todo es tremendamente hermoso, increíble; pero al cabo de unas cuantas semanas todo se ha desvanecido, se ha acabado. Te encuentras en un callejón sin salida y buscas otra mujer u otro hombre. ¿Qué ha ocurrido?, pues que has perdido la mentalidad de aprendiz.
La mente del aprendiz es una mente inocente; una mente ignorante. Mentalidad de aprendiz significa saber que no sabes nada. Como eres consciente de que no sabes nada, estás dispuesto a aprender: accesible y abierto. Pase lo que pase, tienes curiosidad por saberlo todo y te intrigan cada momento y cada matiz. Estás exultante, y pronto te conviertes en un experto. El día en que te vuelves un experto, el aprendizaje termina y empiezas a acumular saber.
OSHO
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