Y afirmaba que, si disfrutáramos realmente de las cosas, seríamos espontáneamente moderados.
Cuando le preguntaron por qué se oponía a las prácticas ascéticas, respondió:
Porque producen odiadores del placer que siempre acaban convirtiéndose en inflexibles y crueles odiadores de las personas.
Pero hay muchos amantes del placer,
–le replicó alguien–
que también son inflexibles y crueles…
No exactamente.
No es el placer lo que aman, porque se atiborran de él. Lo que aman es el castigo que infligen a sus propios cuerpos con el placer excesivo.
Anthony de Mello, del libro “Un minuto para el absurdo”
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